LICHTENBERG, GEORG CHRISTOPH
Si por algo Lichtenberg ha pasado principalmente a la historia es por sus aforismos. Aunque, por raro que parezca, no llegó a enterarse de que los escribía, pues se limitaba a trazar ideas en lo que llamaba «cuadernos borradores»: ideas que, con toda la felicidad del mundo, nunca acababa de completar.
Con Lichtenberg podemos, sin darnos cuenta, aprender a pensar, y a reír por nosotros mismos. Creador de grandes y cómicas miniaturas portadoras de epifanías, fundó, con la ayuda de Sterne, la risa contemporánea. Siempre espoleado por su enérgica curiosidad, fue también un sempiterno profesor de matemáticas, hipocondríaco, gran bebedor de vino, precursor del psicoanálisis y también del positivismo lógico, del neopositivismo, de la filosofía del lenguaje, del surrealismo y del existencialismo. De ahí la vigencia absoluta de sus aforismos.
Os entrego este librito como un espejo para que os observéis vosotros mismos, no para que observéis a otros como unos impertinentes.
¿Creéis acaso que el buen Dios es católico?
La gente que nunca tienen tiempo es la que menos cosas hace.
Los aforismos de Lichtenberg combinan un agudo sentido del humor y de la ironía con un especial talento para jugar con el lenguaje y las etimologías. Sin embargo, lo más seductor de su obra es la rica imagen que nos ofrece del hombre enfrentado a su soledad y la modernidad de los planteamientos acerca de la ardua dificultad de los seres humanos para comunicarse entre sí. Una obra considerada como fundamental en la literatura alemana.