CRUZ, MANUEL
¿Cómo amaban los grandes pensadores? Los estoicos
con paciencia, los vitalistas con entusiasmo, los
nihilistas con pesimismo. El amor, para un filósofo, es
algo tan apasionante o doloroso como para el resto de
mortales. El erotismo de Platón, la lujuria de San Agustín,
la frustración de Spinoza o la pasión de Abelardo y Eloísa
han contribuido a dar forma a nuestro concepto del amor.
Amor y filosofía, asimismo, de la mano de ese extraño
compromiso que mantuvieron Jean Paul Sartre y Simone
de Beauvoir, a partir de la relación que unió a Nietzsche
y Lou Andreas-Salomé, a la luz de la extraordinaria
importancia que tuvo en la reflexión filosófica de Hannah
Arendt o de Michel Foucault. Amo, luego existo nos acerca
a la forma de vivir el amor de aquellos que se dedicaron
intensamente a pensar en cómo amar y ser amados.
A todo el mundo le gusta estar enamorado, el amor alimenta la fantasía de poder ser otro sin dejar de ser el mismo. Devolvemos a la persona amada la imagen exagerada de sus cualidades amplificadas. Sin embargo, nuestra sociedad jalea de puertas para afuera a los enamorados y desconfía de ellos puertas para adentro.
Como el resto de humanos, los grandes pensadores vivieron intensamente, para bien o para mal, el amor. Sin embargo, ellos nos han dejado el legado de todas las ideas que tuvieron sobre este sentimiento. ¿Quién no ha sentido amor platónico? ¿Quién no se ha dejado arrastrar por el deseo? ¿Quién no se ha obsesionado con el amado? ¿Cuántas veces nos hemos enamorado de la imagen que nos hacemos de alguien en lugar de la persona real?