MUSSET, ALFRED DE / SAND, GEORGE
En su brevísimo y casi infinito prólogo a esta obra, Jorge Luis Borges hace notar que lo normal en el amor es que ambas partes se conviertan en extraordinarias y aun milagrosas, y que la anormal circunstancia de la pasión entre Sand y Musset consistía en que las partes eran, en este caso, realmente extraordinarias. Señala también Borges que «el amor desea una secreta publicidad, desea misterio, simpatías y símbolos; el amor de Aurore Dudevant (George Sand) y de Alfred de Musset fue casi un espectáculo del París de la época romántica y lo es para nosotros, aún».
La idea del amor romántico, ese pleonasmo tan aceptado entre nosotros durante cerca de doscientos años, le sigue debiendo mucho a los amores de Sand y de Musset, tan melodramáticos como verídicos, y a estas encendidas cartas que muchos amantes de nuestros días podrían seguir haciendo suyas.
La historia ha sido comprendida por Swinburne: «Alfred era voluble y George no se condujo como un perfecto caballero».