SÁNCHEZ ROSILLO, ELOY
El mundo de Eloy Sánchez Rosillo es casi siempre el que se fue, el que ha conocido y se le ha escapado, dejándole un recuerdo imborrable de felicidad (pero no la felicidad), un mundo que queda, en todo caso, salvado en el poema. La visión acaba siendo la de quien apenas puede entregarse a celebrar el mundo, porque ya ve en la dicha de hoy el hueco que dejará mañana, la de quien no pudiera oír el canto del ruiseñor sin advertir en lo más dulce de su melodía su silencio, o la de quien descubre en la primavera el devastado paisaje del invierno (el hombre consciente de serlo sabe que sea cual sea el plazo de vida que le será concedido, siempre lo encontrará demasiado corto para esa indagación particular suya que ha de llevar a efecto, la de saber quién es y qué le espera tras la muerte, y si ha de morir con él todo lo que amó); en cuanto a la palabra, en Sánchez Rosillo ha sido siempre la misma, una palabra sencilla y sin adorno que ha de luchar por expresar los complejos estados del alma, un decir que en él suele renunciar a imágenes, metáforas brillantes y metros y rimas rebuscados, acomodado en los sentidos originales. Andrés Trapiello