RODRIGUEZ GONZALEZ, AGUSTIN R.
Tal es el grado de desconocimiento de nuestra historia naval que el
simple título de este trabajo parecerá a muchos una contradicción,
porque el sustantivo corsario no puede ir acompañado del gentilicio
español. A consolidar esta percepción, ha contribuido la imagen acuñada
por la literatura y el cine. Al contrario, como esperamos demostrar en estas
páginas, en España hubo numerosos corsarios y de gran éxito.
Conviene aclarar que un corsario era algo muy diferente de un pirata. El
corsario se trataba de un particular que, por las razones que fuesen, había
obtenido una «patente» o permiso del rey para atacar y apresar
embarcaciones de países enemigos, tras haber depositado previamente
una fi anza, y comprometiéndose a cumplir una serie de normas tanto en
lo que se refi ere a quién podría atacar, al comportamiento con los vencidos,
al reparto del botín apresado, etc.
¿Eran los españoles o los súbditos de la monarquía hispana poco proclives
a dedicarse al corso? Resulta sorprendente que gentes tan dadas y tan
hábiles para la guerra irregular en tierra, la famosa guerrilla, apenas se la
planteen cuando la lucha es por mar. Tal vez sea la explicación el tópico de
que los españoles han sido torpes y limitados marinos. Pero entonces
habría que explicar cómo es posible que fueran, esos mismos españoles,
los creadores del mayor imperio oceánico de la historia y quienes lo
mantuvieron en su poder durante cuatro siglos, que fueran ellos los que
descubrieron todo un nuevo continente y los primeros que circunnavegaron
el planeta, aparte de otras muchas hazañas. Esta obra demuestra que hubo
muchas y muy buenas razones para la existencia de muchos y muy hábiles
corsarios españoles.