LEZAMA, LUIS DE
PrólogoLo previo La duda Mundo interior Las gafas El sacerdote Chinchón Tendencias Compensación El trigo y la cizaña Los cinco panes y los dos peces Solo el hombre Encuentro y desencuentro Conversión I Lealtad Encarnación Dolor Afecto La muerte de un amigo Núcleo Círculo Místico Nadie Este tiempo es mío Iglesia y oración Obediencia crítica Oración Comunión Estar en comunidad Si los míos son los tuyos La mirada De mi soledad Cristo La bicicleta de mi vida La droga El verano de 2001 Le puse flores La pobreza Conversión II Noli me tangere Una endemoniada Muerte El tiragomas de Nico Carta a un niño al que no vi nunca llorar El cuerpo también Un ángel para Fafa Llanto por una mujer conocida Ejercicios de san Ignacio: «Traed en memoria la vida de Cristo» Ejercicios de san Ignacio: «El mismo Señor desea dárseme» Ejercicios de san Ignacio: «Enteramente reconocido» Remordimiento La crisis Tarde te conocí Solidaridad Los niños Los ángeles Padre Un eclesiástico A la muerte de una amiga Un beso El tiempo de perder el tiempo Camino incierto Soledad Todo Los otros Los sacerdotes diocesanos Prohibidos los milagros Jesús, el travieso El invernadero Huella de Dios Posición para hacer silencio La libertad interior Feminista Haced vuestra morada en mí Emmanuel: Dios con nosotros El laberinto Más camino La palabra es Esta Iglesia no es un súper Contradicción Cristo humaniza la vida No es tiempo de carismas Nostalgia Vuelve a ser niño El silencio Un nuevo camino Cómo lograr la victoria Jesús: llanto y alegría de los pobres Los Once: un equipo La compasión Posible felicidad Sanador herido Revelación Adviento es el alba Hacer carrera Corazones apagados Patrimonio histórico ¿Sillón o bastón? De nuevo la prioridad Cuanto más perdonas, más amas El hilo rojo María innovadora El banco del amor Inscripción Octavio Paz No es mi Iglesia La esperanza Los signos: el pan El reloj vivo Fundamentalismo Los hijos Al acabar el verano La tierra prometida Ruina y balance Doña Ebi Ascensión El bautismo ¿A quién colocas tu historia? Vivir en el espacio de Dios Juan Pablo II Evangelizar Soy distinto
A menudo pensamos que estamos solos. La soledad nos asusta y nos deprime. Hay mucha gente que se siente sola en este mundo nuestro aparentemente tan divertido y tan bullanguero. Pasamos gran parte de los días acompañados por los que nos rodean en la vida. Pero eso no llena. Hace sentir aún más la soledad personal.En cada etapa de la vida (cada vez que caminas hacia Emaús), alguien se incorpora imprevisiblemente y va contigo; empiezas a romper tu soledad, y con ello tus temores. En la posada de la edad adulta, cuando llega la hora de compartir el pan y el vino, entonces se te iluminarán los ojos y conocerás a un Dios diferente, a un Dios amigo. ¡Qué extraña revelación que se produce dentro cuando uno abre su corazón!Este es un cuaderno de apuntes de un sacerdote, Luis de Lezama, que, en su ruta diaria entre el centro y las periferias de la ciudad, siempre se encuentra con otros caminantes y nuevos rostros. Aunque soy caminante y se me dan bien los bares, las tiendas y el súper, llevo cara de confesionario, y escuchar lo hago con gusto, porque aumenta mi sabiduría, dice Lezama.Este libro recoge pequeñas pero intensas reflexiones. Es un itinerario de viajes sencillos del día a día, porque rara es la jornada que no tengo un acompañante desconocido como tú a quien acabo de encontrar en el camino. Te hablo ya mientras llegamos a la posada. Te escucho mientras pongo la mesa, como tantas veces, parto el pan y escancio el vino