JO BEVERLEY
Diana ha pedido al rey Jorge que le deje ocupar su sillón en el Parlamento como condesa de Arradale y participar junto con el resto de nobles en las decisiones de Estado. El rey no tiene nada en contra de la inteligente y testaruda condesa, pero está convencido de que la nobleza británica no verá con buenos ojos la presencia de una mujer en sus airados debates políticos. La mejor solución sería encontrarle un esposo. Pero ¿quién se atrevería a casarse con una mujer rebelde, altiva y, sobre todo, poderosa?
Sólo hay un hombre en Inglaterra al que no le aterraría la idea. Pero ese hombre, Bey Malloren, está demasiado ocupado con las tierras de su marquesado y con su labor política. Sin embargo, el rey intuye que una vez encuentre una excusa para que Diana y Bey pasen unos días juntos, la atracción entre el siniestro marqués y la indomable condesa será demasiado poderosa...
EL MARQUÉS SINIESTRO
Bey Malloren, Marqués de Rothgar, ha cargado con la responsabilidad de ser cabeza de familia y guardián de sus hermanos menores desde que era adolescente. Ahora que cada uno de ellos ha contraído matrimonio y se ha hecho cargo de sus tierras, todo parece indicar que le ha llegado el turno de disfrutar de su libertad y de fundar su propia familia. Sin embargo, Bey ha jurado que nunca contraerá matrimonio. Sabe que por sus venas corre sangre maldita y que nunca debe tener descendencia. Pero la fidelidad y obediencia a su rey le van a jugar una mala pasada. Porque el rey Jorge acaba de encomendarle la imposible misión de escoltar a Diana Westmount en su viaje hasta Londres, un viaje que pondrá en alerta todas las defensas de Bey para no sucumbir a la tentación de dejarse seducir por la endiablada condesa.
LA CONDESA INDOMABLE
Diana Westmount ha heredado el condado de Arradale de su padre gracias a un antiguo y raro decreto que permite que el título pase a una mujer. Para ella ese condado es su bien más preciado y ha prometido ser digna de él. Pero para servir a sus gentes y mantener su título, la condición más importante que debe cumplir es permanecer soltera. Un matrimonio le obligaría a renunciar a sus tierras y significaría la pérdida total de esa libertad que le permite hacer y deshacer a su antojo... Una decisión firme que ahora mismo, con el misterioso marqués de Rothgar tan cerca, se convierte en una dolorosa renuncia. Claro que... ¿no podría Diana satisfacer su curiosidad por el mayor de los Malloren sin caer en la trampa del matrimonio? Una noche de pasión sería más que suficiente...