CAMACHO, CARMEN
Un cordel en un patio de luz es un cordel en un patio de luz. Pero, bien mirado y ejercido con primor el magisterio de la colada, es la Creación microcósmica de una diosa, la creación efímera de una artista y la recreación semiótica de la vida en un barrio de clase trabajadora en una ciudad de Andalucía. Esta es la obra, cotidiana y nunca valorada, de la mujer de enfrente, quienquiera que sea.
Carmen Camacho contempla la ropa tendida, y se deja decir: cuenta lo que el tendedero, cada vez, le cuenta. Las prendas tendidas al sol y al aire, con gracia natural y una belleza extraña, se convierten para la autora en un guiño, señal o mensaje cifrado. Cada colada es un estado de ánimo, un espejo, una luz encendida, un fragmento de barrio, un instante de mundo. Estas visiones conducen a Camacho, a veces, a la revisión mítica de la Magna Dea; a veces, a pensar (con esa manera otra de pensar que es la poesía) en tantas mujeres que son la mujer de enfrente, vecinas-cariátides encargadas en exclusiva de la crianza de hijos y nietas, la compra, la limpieza, los cuidados
; y otras veces a explorar las propias heridas, abiertas de pronto ante una camisa o un peluche que se secan al sol.
Los poemas que fueron brotando al contemplar los tendederos anónimos del vecindario alcanzan una narrativa plena en la interpretación pictórica de los mismos llevada a cabo por Pepe Benavent. El artista plástico no mira directamente la escena; lo hace a través de los textos de la poeta. Juntos pulsan un tránsito de doble trayectoria: el de la diosa que cae y es relegada al interior de un quinto piso sin ascensor (pero sigue siendo divina), y el de la humana, también caída, que encuentra en la obra de la mujer de enfrente un amparo amoroso y redentor.
Spoiler: la mujer de enfrente existe. Habita en todas