GONZÁLEZ CUENCA, JOAQUÍN
Hace tiempo que la figura sevillanísima de Nicolás Díaz de Benjumea (1828-1884) estaba necesitada de una atención que no tenía. Su biografía estaba prácticamente en blanco y de sus escritos sólo los cervantinos habían sido tratados, aunque superficialmente; los críticos ponían de relieve el aspecto mal llamado «esotérico» de sus escritos, simplificando y deformando su doctrina y repitiendo uno tras otro los mismos juicios, los mismos tópicos. Urgía, pues, resucitar a un muerto y rescatarle de tan lamentable situación. Esto es lo que ha pretendido Joaquín González Cuenca en su estudio sobre el personaje.
Se trata, pues, de una biografía que forzosamente tiene que ser peculiar, tan peculiar como el personaje mismo. Firmemente enraizado en su Sevilla natal, en cuya universidad se forma, se ve obligado a llevar una vida andariega, marcada, sobre todo, por sus continuas y largas estancias en Inglaterra, desde donde otea el panorama de una España convulsa, a la que vuelve una y otra vez en los momentos políticos más comprometidos para ponerse al servicio del Partido Demócrata. Para él la clave está en la Constitución; si la Constitución es buena, tanto da Monarquía como República. Aunque la República sea la solución teóricamente correcta, es desaconsejable su implantación en España: con la República viene el caos y con el caos la dictadura; de ahí que lo prudente sea optar por la Monarquía, siempre que sea constitucional.
Su liberalismo, fraguado en los ambientes londinenses, le pone en perspectiva de un cervantismo muy ideologizado, que le lleva al enfrentamiento con el cervantismo canónico y a la obsesión por descubrir en el Quijote un sentido oculto que supone la denuncia de la España retardataria e inquisitorial y la exaltación de un Cervantes liberal que cree en un futuro de progreso, libertad y justicia universales.
Pero Benjumea es más que un cervantista. Es un periodista integral que desde su atalaya inglesa observa la realidad británica y la coteja con la hispánica, construyendo así un costumbrismo comparado que resulta sumamente interesante, como práctica de un hombre inteligente, culto y agudo, que lo era.
El ejercicio del periodismo le lleva a un proteísmo temático, que por modernidad le obliga a detenerse en fenómenos sociales de nuevo cuño, como es el feminismo emergente, que practica con fervor en la revista Cádiz y, al final de su vida, en Barcelona, en la dirección de La Ilustración de la Mujer.
Cervantismo, costumbrismo, política, feminismo... constituyen los intereses recurrentes que a la vez que configuran la producción de Benjumea se amalgaman inseparablemente con las noticias de su vida. Porque (no se olvide) la biografía de Benjumea es la biografía de un intelectual casi en estado puro. Para bien o para mal, sobre este maridaje indisoluble se ha construido este libro. Joaquín González Cuenca lo ha hecho con rigor y minuciosidad... y con un cariño hacia el personaje que no le ha impedido dejar constancia de sus sombras y sus tropiezos.