DE JESÚS, SANTA TERESA
Me da consuelo oír el reloj, porque me parece que me acerco un poquito más a Dios para verlo, al ver pasada la hora de la vida. En otras ocasiones estoy de tal manera que ni siento que vivo ni me parece que tenga ganas de morir, sino que estoy, como he dicho muchas veces, como en mis grandes penalidades, con una tibieza y una oscuridad en todo. Con haber querido el Señor que se sepan en público estas gracias que Su Majestad me concede (me lo dijo hace algunos años, que habrían de ser públicas, cosa que me dio mucha fatiga), hasta ahora no he sufrido poco, como usted sabe, porque cada uno lo toma como le parece. Me ha resultado un consuelo que no sea por mi culpa, porque yo solo se las he explicado a mis confesores, o a personas que, por ellos, sabía que lo sabían, y aun así he ido con un cuidado extremo, y no por humildad, sino porque, como he dicho, incluso a los mismos confesores, me daba pena explicarlas. Aunque murmuran de mí mucho, y con buen celo, y algunos temen hablar conmigo e incluso confesarme, y otros me dicen demasiadas cosas, ahora ya, gloria a Dios, como entiendo que el Señor ha querido utiliz