MONTERO AROCA, JUAN
Edgar Allan Poe en la mitad del siglo XIX creó la novela policiaca. Y, dentro de ésta, dio origen a la que se llamó novela de enigma. En ella se trataba de que un genio de la deducción resolviera un misterio, casi como un juego entre al autor y el lector. Después los nombres más destacados fueron Arthur Conan Doyle (Sherlock Holmes) y Agatha Christie (Poirot) pero hay muchos más. En este tipo de novelas importaba el misterio, no la realidad social en la que se desarrollaba el enigma. En los años veinte del pasado siglo en los Estados Unidos concurrieron dos circunstancias que dieron lugar a la que llamamos novela negra. Por un lado, la Ley Seca impulsó el gansterismo y, por otro, la Depresión fomentó el desempleo y la corrupción política y policial. Con estas circunstancias la novela enigma dejó de tener sentido. Y lo adquirió la novela basada en lo que sucedía en las calles de las grandes ciudades, la novela de la acción y de la violencia. El gansterismo fue urbano y se mataba por dinero. No había en esa novela nada de juego. La figura inicial fue el detective privado y, luego, la acción se narró también de