ALVAREZ, BLANCA / ALVAREZ, BLANCA
La verdadera historia de los cuentos populares es un riguroso y bien documentado trabajo sobre los personajes (héroes, heroínas, traidores y demás personajes secundarios), el simbolismo y la función de los cuentos.
Dependiendo del origen de los cuentos, los personajes y la propia historia tendrán simbologías diferentes. Pero todas las historias, sobre todo aquellas que nos llegan a través de la tradición oral, están marcadas por las circunstancias sociales del momento, por las necesidades que impulsan al colectivo a volcar en palabras, avisos, angustias, tradiciones
Cuando se realiza a través de la escritura, el modo culto, oficial y privilegiado, se utilizan mitos que simbolizan y fijan con fuerza en la mente infantil y juvenil aquello que sus autores o autoras quisieron reflejar. Sin conocer este origen necesario, la comprensión del relato pierde gran parte de su carga dramática, tornándose, cuando menos incomprensible, ridículo en otros casos, excesivo y cruel en casi todos.
De todos los estudios realizados sobre los conocidos, leídos, tergiversados y edulcorados cuentos, apenas se han divulgado nada más que algunas anotaciones de antropología social sobre el mundo en que fueron creadas esas narraciones. Tal vez por ese desconocimiento, o por simple olvido, sea tan difícil comprender algunas de sus claves; tal vez por eso, la interpretación que de ellos se ha hecho no obedezca a la realidad de su tiempo, sino al deseo de nuestra propia realidad. Es decir, los miramos desde un tiempo, el nuestro, que, por fin, ha concedido derechos a la infancia.
Por todo eso, hoy tal vez más que en otros momentos históricos, recuperar una lectura diferente de nuestra inmensa tradición oral, resulte más urgente que nunca. Es importante conocer qué querían contar y porqué cuentos como: El flautista de Hamelin, La bella durmiente Pulgarcito, Caperucita roja, Cenicienta, Barba azul, La Sirenita, Blancanieves, Hansel y Gretel , ...
El arte nunca se nutre de la inocencia, por más que pretenda mostrarla. Pero niñas y niños suelen ser jueces implacables. Les mostramos un escenario perfecto, fingimos nuestros personajes, impostamos la voz y las frases. Pero ellos perciben esa ligera fisura entre el escenario y la tramoya capaz de desmoronar la ilusión de la obra escenificada. Esa misma fisura por donde penetran las historias literarias escritas desde el respeto a los pequeños, algo que equivale a no considerarlos ni tontos, ni fácilmente manipulables.
Blanca Álvarez nos ofrece un proyecto original y estimulante, que aporta nuevas perspectivas al estudio de esos cuentos que, generación tras generación, nos enseñan a vivir.